martes, 15 de marzo de 2011

EL ESPANTO DEL TICOPORO

Casi nadie escucha en estos tiempos en el vecindario las narraciones referidas al Espanto del Ticoporo; parece que esa leyenda está destinada a desaparecer de entre los pedraceños. Este espanto producía entre los transeúntes terror, asombro y consternación por el supuesto acompañamiento que hacía alguien a quien no se veía. Dicen que muchos fueron los que sintieron, pero no vieron, una extraña situación que los enmudecía de pavor.

Dicen que en las cercanía del río Ticoporo, ubicado muy próximo a Ciudad Bolivia, solía hace mucho tiempo ocurrir una cosa inaudita, poco creíble, pero que sus referencias saltaba de boca en boca entre los parroquianos que residían en las comunidades rurales de Sabaneta, Mijaguas, El Banquito, El Aceituno, Banco Alto y Las Piedras. Sin embargo entre los nuevos residentes de esas comarcas no se escuchan narraciones que relaten acontecimientos recientes vinculados al Espanto del Ticoporo. Muy pocos ancianos relatan los escándalos a que fueron sometidos estos caseríos, pero todos ellos muestran un brillo fulgurante en sus ojos y recuentan añejas andanzas en las que se enteraron de la supuesta aparición del espanto.

Parece ser que por aquellos tiempos, hace muchos años, algún transeúnte que se desplazaba en bicicleta, en horas cercanas a la medianoche y en la oscuridad, por una carretera llena de piedras y arena en la que estaba colocado un puente sobre el río Ticoporo, sentía de manera sorpresiva y en silencio que la carga de alguien sin su consentimiento subía en plena marcha sobre la parrilla de su vehículo y lo acompañaba durante el recorrido de un trayecto que la mayoría de las veces alcanzaba unos trescientos metros de distancia. Comentaban los que sabían del cuento que el asustado conductor de la cicla trataba de observar en medio de la oscuridad y del susto la presencia visual de alguien, pero sus intentos eran vanos. Por supuesto que el susto se hacía cada vez mayor a medida que cubría el trayecto con un peso superior al suyo, pero la supuesta persona bajaba sin despedirse ni dar las gracias a los pocos metros, quedando el infortunado ciclista lleno de pavor y encomendándose a los Santos del Cielo.
Algunos aseguraban que el espanto solía darles escarmiento a los atrevidos que se aventuraban a transitar en medio de las noches solitarias por esos caminos y carreteras. Argumentan algunos que la presencia del espanto, ocasionando sustos, ocurría con la finalidad de evitarles el peligro a que se exponían los caminantes y conductores de bicicletas en las noches oscuras por la carretera solitaria. Otros dicen que el Espanto del Ticoporo corresponde al alma en pena de un pobre hombre que fue asesinado en el sitio donde está colocado el puente sobre el río del mismo nombre cuando deambulaba sin precaución por la carretera. Juran que para evitar los eventuales ataques del extraño acompañante se recomienda llevar escapularios y rezar un Padrenuestro al atravesar el río.

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