Nuestros pueblos tienen sus espantos y aparecidos, sus cuentos y leyendas. Algunas de ellas son producto de la imaginación de hombres y mujeres de estas tierras, otras vienen de otras partes de la región, del país y también las que proceden de más allá de los mares, las que vinieron a nuestras tierras con el conquistador español. Esas leyendas han pasado de una generación a otras de forma sucesiva por medio de la oralidad.
En ciudad Bolivia, la capital del municipio Pedraza, todavía existe la creencia en un número significativamente cuantioso de personas de la presencia en las noches de las calles solitarias, con oscuridad o sin ella, de una fantasmal figura integrada por una carreta que viaja a veloz carrera por la calzada pública produciendo con sus oxidados ejes un ruido ensordecedor y macabro que penetra por el oído y llega hasta los huesos. Aseguran quienes han creído haberla visto que el conductor de la carreta es un viejo andrajoso y harapiento que fustiga frenéticamente con su látigo a un negro y extraordinariamente flaco caballo que suelta llamaradas de fuego por las aberturas de la nariz y el hocico, y que además sus herraduras echan chispas de candela cuando sus sonoros cascos revientan el piso de la calle. Sostienen los que dicen haber sido sorprendidos por la repleta carreta de la muerte que la carga que trasporta hacia el cementerio de la ciudad está integrada por hombres, mujeres y niños que emiten espeluznantes quejidos de moribundos.
La conseja popular dice que los moribundos trasportados en la carreta que asusta a la gente corresponden a los muchos cristianos que fueron sepultados vivos y que fueron dados por muertos cuando agonizaban de los terribles males que se convirtieron en epidemias cuando Pedraza fue azotada por la peste de calenturas, viruela, la fiebre amarilla, el vómito negro y el paludismo, que diezmaron a una población indefensa sin servicios sanitarios en distintas épocas desde su fundación a finales del siglo XVI. La creencia popular afirma que la carreta circula por las calles de la ciudad, en algunas noches del año, porque las almas de los cristianos que fueron sepultados sin haberse muertos buscan que sus deudos eleven oraciones al Creador por el eterno descaso de sus almas en pena.
Pero el espanto no se le aparece a todo el mundo. A muy pocos parroquianos les ha asustado la fantasmagórica figura en las noches oscuras. Algunos aseguran que la carreta que asusta solamente se les aparece a los borrachos cuando deambulan solitarios por la vía pública en horas de la madrugada al momento que regresan de sus parrandas. Los mujeriegos empedernidos, los mentirosos consuetudinarios, los que suelen ser infieles a sus esposas o maridos, los que amparados en las sombras de la noche cometen cualquier tipo de delito, son a quienes La Carreta les hace pasar algún mal rato. A los hombres, mujeres, niños y niñas que tienen buen comportamiento no se les ha aparecido la diabólica figura, ni han escuchado alguna vez los escalofriantes chirridos de los ejes de la infernal carreta.
En ciudad Bolivia, la capital del municipio Pedraza, todavía existe la creencia en un número significativamente cuantioso de personas de la presencia en las noches de las calles solitarias, con oscuridad o sin ella, de una fantasmal figura integrada por una carreta que viaja a veloz carrera por la calzada pública produciendo con sus oxidados ejes un ruido ensordecedor y macabro que penetra por el oído y llega hasta los huesos. Aseguran quienes han creído haberla visto que el conductor de la carreta es un viejo andrajoso y harapiento que fustiga frenéticamente con su látigo a un negro y extraordinariamente flaco caballo que suelta llamaradas de fuego por las aberturas de la nariz y el hocico, y que además sus herraduras echan chispas de candela cuando sus sonoros cascos revientan el piso de la calle. Sostienen los que dicen haber sido sorprendidos por la repleta carreta de la muerte que la carga que trasporta hacia el cementerio de la ciudad está integrada por hombres, mujeres y niños que emiten espeluznantes quejidos de moribundos.
La conseja popular dice que los moribundos trasportados en la carreta que asusta a la gente corresponden a los muchos cristianos que fueron sepultados vivos y que fueron dados por muertos cuando agonizaban de los terribles males que se convirtieron en epidemias cuando Pedraza fue azotada por la peste de calenturas, viruela, la fiebre amarilla, el vómito negro y el paludismo, que diezmaron a una población indefensa sin servicios sanitarios en distintas épocas desde su fundación a finales del siglo XVI. La creencia popular afirma que la carreta circula por las calles de la ciudad, en algunas noches del año, porque las almas de los cristianos que fueron sepultados sin haberse muertos buscan que sus deudos eleven oraciones al Creador por el eterno descaso de sus almas en pena.
Pero el espanto no se le aparece a todo el mundo. A muy pocos parroquianos les ha asustado la fantasmagórica figura en las noches oscuras. Algunos aseguran que la carreta que asusta solamente se les aparece a los borrachos cuando deambulan solitarios por la vía pública en horas de la madrugada al momento que regresan de sus parrandas. Los mujeriegos empedernidos, los mentirosos consuetudinarios, los que suelen ser infieles a sus esposas o maridos, los que amparados en las sombras de la noche cometen cualquier tipo de delito, son a quienes La Carreta les hace pasar algún mal rato. A los hombres, mujeres, niños y niñas que tienen buen comportamiento no se les ha aparecido la diabólica figura, ni han escuchado alguna vez los escalofriantes chirridos de los ejes de la infernal carreta.